lunes, 25 de diciembre de 2017

CAPITULO 26





Pedro se reclinó sobre la silla forrada en cuero, mirando a través de los cristales de la puerta hacia el patio, donde Paula seguía, envuelta en las sombras de la tarde.


La verdad era que tenía ganas de volver a casa y ver a Paula. Pero al verla, lo único en lo que pudo pensar fue en su total rechazo del bebé que llevaba dentro.


Aquella mañana, antes de ir a trabajar, se le había pasado por la cabeza la posibilidad de que pudieran tener una relación normal. Ser una pareja. Una idea ridícula. 


Su expresión al sugerirle que creara la habitación para el bebé había sido de horror.


Se enderezó y abrió su cartera. Preocuparse por Paula más allá de asegurarse que estuviera bien de salud no era ninguna opción. Había querido y cuidado de su madre, y se había ido. Había querido y cuidado de su esposa, y había traicionado su confianza.


Decían que uno no podía controlar a quién amaba o quién le amaba. A lo mejor lo segundo era cierto, pero no lo primero. Él controlaría a quién amaba, y en aquel momento era exclusivamente a su bebé.




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