lunes, 25 de diciembre de 2017

CAPITULO 9





El persistente timbre del teléfono penetró finalmente la neblina que envolvía su mente. ¿Quién demonios llamaba a esas horas? No podía haber amanecido todavía, pensó Pedro con irritación. Intentó rodar sobre la cama, pero se lo impidió el cálido y sensual cuerpo enroscado junto al suyo. Se liberó con suavidad, y caminó con cuidado, desnudo, hacia donde había dejado tirada la chaqueta del traje. Sacó el teléfono. Encontró ¿el control remoto de las persianas y, estirándose, le dio al botón para abrirlas, dejando al descubierto un cielo densamente nublado. Típico, pensó con irritación. Otra mañana húmeda y calurosa de Navidad. ¡Navidad! Volvió a la realidad justo al tiempo que la voz de su padre sonaba al teléfono.


—¡Pedro! Pronto estarás en camino, ¿no?


—Feliz Navidad a ti también, papá.


—¿Sigues trayendo a esa secretaria tuya?


—Paula. Sí. Nos vemos en un rato. Ciao, papá.


Colgó y miró al otro lado de la habitación, donde el atractivo cuerpo de Paula seguía adormilado entre las sábanas de su cama. No podría tomarse su tiempo para despertarla como quería, a pesar de la inmediata reacción de su cuerpo con sólo verla medio enroscada en sus sábanas. Suavemente, le sacudió el hombro que estaba al descubierto, disfrutando de la visión de sus ojos azul intenso al amanecer.


—Vamos, mi padre nos espera, y tenemos que pasar por tu casa para que te cambies.


Una sonrisa se dibujó en sus labios al verla cubrirse tímidamente los pechos con la sábana.


—Dame un par de minutos para recoger mis cosas —dijo ella con voz ronca.


—¿Te da vergüenza? —Tiró de la sábana con persistencia hasta conseguir descubrir su cuerpo. Era como una droga para sus sentidos. Supo entonces que una sola noche con Paula no iba a ser suficiente. ¿Qué más daba si llegaban tarde?, decidió, empujándola contra las sábanas arrugadas




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